Sascaberas urbanas
Mitos y cavernas, columna de Carlos Evia Cervantes: Sascaberas urbanas.
La práctica de la espeleología no siempre es encantadora; a veces puede ser desagradable y angustiosa. Fue un 26 de agosto del 2000 cuando nos metimos, a solicitud del Ayuntamiento de Mérida, en dos sascaberas que aparecieron debajo del nuevo estacionamiento de la Clínica de Mérida, en la colonia García Ginerés. Los integrantes de esa expedición fuimos Fátima Tec, María José Gómez, María Eugenia Paredes, Margarita Ventura, Luis Santiago, Oscar López y yo.
Iniciamos la exploración a las 9:30 horas porque esperamos a que se detuvieran las maquinarias de la construcción que estaban cerca del área donde se encontraron las cavidades.
La primera cueva estaba cubierta por escombro, pero una pala mecánica liberó la entrada. Se trataba de una cavidad con una región inicial de unos 4 metros de ancho por 2 de largo. Al continuar avanzando encontramos una bóveda de 5 metros de diámetro con una altura promedio de dos metros. Aquí se terminó la primera cueva.
La segunda sascabera tenía una entrada de un metro de diámetro. Al internarnos, nos encontramos con tres caminos.
El primero, de aproximadamente 8 metros, se orientaba hacia el sur, pero no lo recorrimos porque un cuerpo de aguas negras con una superficie de unos 6 metros cuadrados cubría el suelo de esta vía.
El segundo, también tenía la misma dificultad de las aguas negras; aunque se veía más corto; como de unos 5 metros. No lo recorrimos.
El tercer camino era una bóveda circular y aplanada cuya altura promedio era de 1.20 metros de altura.
Al continuar, encontramos un conducto tipo gusanera bloqueado por una piedra. Después de retirar el obstáculo, Fátima se metió en ese conducto y se deslizó en una pequeña bóveda que presentaba una vertical como de 3.5 metros de altura.
Después inspeccionarla ella no podía subir porque no tenía punto de apoyo y las paredes eran muy frágiles. Le enviamos una cuerda con un arnés de asiento para que se lo pusiera y nosotros la arriáramos desde arriba. Pese a la fuerza de los tres hombres presentes no lográbamos izarla. Esta situación se prolongó cerca de media hora y ya nos estábamos poniendo muy nerviosos. La cuerda no corría porque se enterraba en el suelo blando. Decidimos usar una mochila como rozadera y superamos el problema.
En estas cavidades se veía claramente las huellas de la explotación del material calizo, el sascab. En ambas cuevas se observaron las filtraciones de babosas aguas residuales que provenían de fosas sépticas. Había abundancia de amblipígidos, arácnidos de gran tamaño. En el techo se apreciaban raíces de la vegetación de arriba. A pesar del ambiente tan malsano se revisaron todos los sitios que fueron posibles.
Esta expedición fue quizá la más desagradable e insalubre que haya tenido el Grupo Ajau. Las cavidades quedaron confinadas para siempre debajo el moderno estacionamiento.