El hombre que fue convertido en alux (II)

Mitos y cavernas, columna de Carlos Evia Cervantes: El hombre que fue convertido en alux (II)

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Un ingeniero y tres trabajadores encontraron en un chultún varias piezas arqueológicas durante la construcción de una carretera. Entre los vestigios culturales destacaban cuatro muñequitos de cerámica, de los cuales se creía que eran aluxes. El ingeniero y los otros dos trabajadores perecieron en forma trágica, como consecuencia de la profanación del sitio. Solo sobrevivía Florentino.

De pronto, Florentino empezó a sufrir calenturas y temblores que doña Francisca, su madre, no le pudo curar. Acudieron al doctor de la localidad quien le dio algunos medicamentos, pero el hombre no mejoraba. Estuvo hospitalizado una semana en Campeche y logró cierto alivio, pero al regresar a Hopelchén su mal continuó. Entonces, lo trasladaron a Mérida para que lo atendieran en un hospital del IMSS y fue sometido a nuevos tratamientos y rigurosos análisis. Fue en este tiempo cuando se dieron cuenta que su cuerpo empezó a encogerse.

Como ningún tratamiento parecía hacerle efecto, enviaron al enfermo y su expediente a la ciudad de México. Los intentos por curarlo duraron dos meses, pero los especialistas consideraron que ya no podían hacer más por él, así que lo regresaron a Hopelchén con unos medicamentos que sólo servían como paliativos. En estos días se percataron que el cuerpo de Florentino se había encogido hasta reducirse a la talla de un niño de tres años. Fue increíble este cambio.

Contó Rita, la esposa del enfermo, que, en sus lapsos de fiebre, Florentino decía “que me dejen niños, no hagan que me canse; por favor que me dejen”. La madre de Florentino, desesperada, fue a Oxkutzcab a buscar a una curandera llamada Bertha Barbosa y que tenía fama de ser muy efectiva en su oficio. Se puso a trabajar con sus yerbas y sus cánticos durante 24 horas continuas. Al terminar, regresó a Oxkutzcab, pero a las dos semanas doña Francisca, la madre de Florentino, acudió nuevamente a Bertha por la misma causa y en esta ocasión le contó el episodio de los muñequitos sacados del chultún. Entonces Bertha dijo que era necesario consultar el caso al famoso curandero don Cruz Chan, quien se enteró de los detalles y dijo que solo podía salvarse si devolvía los muñequitos al chultún, pero eso ya no era posible. Solo le dio algunos remedios
para aliviar su estado.

Un día jueves, al mediodía, Florentino falleció. Su madre no dejó que alguien lo viera. Le hicieron un pequeño ataúd con las tablas de una caja de abejas. Francisca cargó la caja y junto con el sepulturero, que era su pariente, lo llevaron al cementerio. Pero cuando el enterrador estaba en su labor, sin querer, desprender

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