El difícil camino de la congruencia
Educación y sociedad, columna de Cesia Rodríguez Medina: El difícil camino de la congruencia.
No deja de sorprenderme la tranquilidad con la que, en estos últimos días, algunos personajes de la política del país exponen su vida personal, marcada por una opulencia descarada. No es que esto sea una novedad, tenemos muchos ejemplos, tanto de hombres como de mujeres, pero lo que lo vuelve especialmente relevante es que estos políticos -algunos servidores públicos- se identifican con una ideología que los compromete directamente a asumir los valores e ideales que su partido o grupo político profesa.
Aún no superamos la indignación que provocó el caso de los jueces que con un salario de más de 218 mil pesos, incluso superior al del presidente, vivían entre privilegios y un derroche evidente de recursos públicos. Quienes, además, a pesar de la exposición mediática, se negaron a renunciar a esos beneficios, porque, como principio ético y político, nadie debería ganar más que el presidente. Sin embargo, digamos que eso ya no nos sorprende. Hoy descubrimos, desafortunadamente, una realidad diferente, un fenómeno curioso que se presenta en ambos lados del espectro político.
Ahora bien, lo verdaderamente preocupante es que quienes ocupan un cargo público de elección popular ni siquiera muestran la decencia que éste exige, aun sabiendo la responsabilidad que conlleva representar a la ciudadanía y, por otro lado, quienes defienden valores y principios actúan ajenos a estos, es decir, en ambos casos sería preciso señalar que si la congruencia no les alcanza, al menos no la ostenten.
Al respecto, Benito Juárez, a quien citó en muchas ocasiones el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, escribió y reflexionó que es obligado que cualquier servidor público viva en la “Justa medianía”, haciendo referencia a como lo escribe AMLO en su libro “Un proyecto de nación”: “los que gobiernan están obligados a conducirse sin ostentación ni derroche. El servidor público debe ser sencillo y actuar con sobriedad y sin presunciones”. Sobre todo ante las circunstancias de rezago social y evidente desigualdad económica que vivimos.
Desafortunadamente, no parece ser una tarea sencilla para nuestros políticos, tampoco es que vaya a cambiar de la noche a la mañana. La concientización que implica una batalla cultural, es más compleja cuando quienes deberían representar un cambio no cumplen con los principios que los sostienen. Vivimos en una sociedad del espectáculo, donde se premia la apariencia por encima de la ética, y donde muchas personas ni siquiera tienen una oportunidad digna en la vida, creo que en esto deben pensar en todo momento estos sujetos políticos.
Lo dijo con claridad Pepe Mujica, expresidente uruguayo, en una de sus últimas exposiciones públicas: “No somos de izquierda ni de derecha, somos humanistas; pensamos en lo que le conviene al futuro de la humanidad. No es plata lo que nos falta, nos falta corazón, nos falta compasión y amor por la vida”. La transformación política prometida se ha cumplido en una parte, porque lo que nos falta no es tiempo, es voluntad. Aún queda un largo camino hacia una verdadera revolución de las conciencias y lo único que exigimos mientras sucede esto es congruencia, porque el pueblo es sabio.