Otras formas de aprender
Educación y sociedad, columna de Cesia Rodríguez Medina: Otras formas de aprender
Durante mucho tiempo nos hicieron creer que todas las personas aprendíamos igual y que solo había una forma “correcta” de hacerlo. En ese escenario, equivocarse era casi un pecado; si cometías un error, terminaban por usar calificativos desafortunados contra tu persona. Con esa idea, la inteligencia se empezó a medir de manera bastante limitada, casi a prueba y error. En el ámbito educativo muchas veces la inteligencia suele asociarse con calificaciones o con el éxito escolar, como si un promedio o un título fueran la vara definitiva para decidir quién es inteligente y quién no. La verdad es que la inteligencia es mucho más amplia que un examen o una boleta de calificaciones. Reducirla a eso, es negarnos la oportunidad de reconocer todo lo que cada persona puede aportar desde distintas formas de aprender y de ser.
A su vez este rasgo del ser humano ha sido estudiado por diferentes especialistas atribuyéndole diferentes cualidades, es decir, que no existe un solo concepto universal. Sin embargo, uno de los más relevantes acercamientos al estudio y hasta ahora la única forma válida para obtener una estimación de la capacidad intelectual ha sido a través de la unidad de medida conocida como cociente intelectual (CI) que permite cuantificar y calcular el grado de inteligencia de un individuo considerando aspectos relacionados con su edad mental y cronológica, este descubrimiento cuantitativo se debió a los estudios realizados por el francés Alfred Binet (1857-1911), quien pretendía realizar una prueba que midiera facultades como la memoria, atención, imaginación y comprensión (Binet, 1983), sabiendo que su propuesta inicial no era absoluta pero que si podría establecer una base para que más adelante nuevos conocimientos como también resultados surgieran para entender con mayor certeza la complejidad de los procesos intelectuales, contribuciones que se siguen ampliando gracias al campo de la psicología evolutiva.
Entre las explicaciones sobre la inteligencia de la teoría evolutiva se afirma que las capacidades mentales van transformándose, evolucionan, en otros términos, ésta no permanece estática ni tampoco se limita a un aspecto hereditario como se cree en otros estudios, con esto se elimina la idea unitaria, jerárquica e inmodificable que se tenía sobre ella para ampliar su concepto y postular nuevas interpretaciones que abordan con amplitud la mente humana.
Destaco entre éstas la investigación más importante del psicólogo y catedrático Howard Gardner, quien en 1979 realizando estudios sobre la naturaleza del ser humano decidió profundizar ampliando sus trabajos sobre infantes y adultos que habían sufrido algún daño cerebral, detectando que al quedar limitados otras capacidades podrían desarrollarse, por ejemplo: si A sufre alguna lesión, B puede seguir su funcionamiento sin afectaciones (Gardner, 2022). Examinando estos resultados Gardner localizó siete inteligencias nombrándolas como “Inteligencias Múltiples”, estas son; inteligencia lingüística, inteligencia lógico-matemática, inteligencia espacial, inteligencia musical, inteligencia corporal y cinética, inteligencia interpersonal y la inteligencia intrapersonal. Cabe resaltar que para él todas tienen el mismo nivel de importancia situación que expone la gravedad de algunos sistemas de enseñanza o incluso test de inteligencia que preponderan lo relacionado a las matemáticas y el lenguaje.
Sin duda, este estudio resulta relevante porque permite ampliar la concepción que tenemos sobre la inteligencia socialmente, además que reconoce que éstas se pueden desarrollar, pero sobre todo afirma que la mente humana no está limitada, así que lectora o lector no se preocupe si no pasa el examen de matemáticas o no logra crear una pieza musical, seguramente solo es necesario cultivar nuestras inteligencias y animarnos a seguir aprendiendo.