Conversación impopular

La albarrada del tolok, columna de Héctor López Caballos: Conversación impopular.

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De forma bastante lamentable y simplista, nuestro sistema de justicia penal parece reducirse a “cárcel o nada”. Tal y como en la Edad Media o cualquier época y lugar de siglos en el pasado, la mentalidad del sistema (y de la sociedad, en gran medida) es la de optar por la venganza, o lo que más se le acerque a un “ojo por ojo”.

Si bien ha habido esfuerzos por implementar un sistema de justicia que prefiera la restauración o reparación del daño antes que el simple y llano castigo, lo cierto es que han pasado autoridades, colores e ideologías y nadie ha decidido tomarse en serio el diseño y la implementación de un sistema penal que no sólo garantice un verdadero resarcimiento a quienes se vieron afectados por un ilícito, sino que además garantice que el individuo forme parte funcional de la sociedad.

Creer que el segregar a un sujeto y encerrarlo durante años o décadas es una forma de justicia o una “necesidad” social, es creer en automático que el ser humano no tiene capacidad de cambiar (adiós, psicología, has sido desestimada), y además no entender que, lejos de solucionar algo, empeora la situación de quienes resienten una conducta ilegal.

Supongamos que alguien entra a robar a su casa. ¿Le sirve más a usted que se le devuelva lo robado o que alguien pase seis años en prisión?

Pero no sólo es devolver y reparar: el individuo puede ser reintegrado a la sociedad a través de, por ejemplo, obligarlo a aprender oficios o estudiar, si no lo ha hecho ya; realizar trabajo comunitario en cualquiera (o varias) de sus múltiples formas; obligarlo a ayudar o coadyuvar con asociaciones civiles., etcétera.

Si el problema es por lesiones, por ejemplo, que tenga que hacerse cargo de la rehabilitación, pero que además se involucre en trabajos sociales que atiendan conductas directamente relacionadas con el ilícito o sus consecuencias. Es una conversación que probablemente nadie quiera tener, pero que debe tenerse en aras de construir un sistema mejor y más apegado a las necesidades de las personas.

Por supuesto, gran parte del porqué no se ha logrado esto deviene de la colectividad reacia al cambio y que ve en la Ley del Talión la guía moral que debería seguir nuestro sistema.

Claro que suena fantasioso, pero simple y sencillamente porque a nadie se le ha dado la gana de implementarlo. Existen países en el mundo en los que la prisión es la última y menos usada de las sanciones, pues han comprendido que otro tipo de figuras u obligaciones no sólo reparan verdaderamente el daño, sino que contribuyen de forma positiva y significativa en la sociedad. Urge una reglamentación real y aplicable que permita reparar, reintegrar y compensar, antes que optar por echar a las
mazmorras al individuo.

Por supuesto que este es un tema sensible y que requiere de un análisis profundo que involucre a varios actores, como gobierno, sociedad civil, psicólogos, trabajadores sociales. Pero si ya se arrancaron con la reforma judicial electoral, habría buen pretexto para también continuar con una reforma que haga que el fin del proceso deje de ser castigar, y empiece a ser reparar y reintegrar de forma integral y completa, lo que además termina siendo mucho más efectivo para evitar la reincidencia.

Mientras eso no ocurra, podrán resolver prisión para cientos y  cientos de personas, sin que en nada se aporte realmente a la sociedad, y creando otro tipo de problemas complejos que a largo plazo nos terminan, de una forma u otra, perjudicando. 

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