Hoy atraigo a mi memoria a la inigualable décima musa, Sor Juana Ines de la Cruz, quien convirtió su cuarto, en el convento de la Orden de San Jerónimo, en punto de reunión de intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, por tan solo citar.

Sus obras datan de hace mas de 300 años y aún siguen vigentes, trayendo a colación uno de los poemas que la perpetuo, y me refiero al de “…Hombres necios que acusais”, a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que las culpais…”.

Lo dictado es sin duda el fragmento de sempiterno escrito, cuyo valor en esta segunda década del siglo XXI cobra relevancia; máxime si hay quienes se erigen como jurado misógino, calificando con visceralidad acciones de alguna mujer, sin darse cuenta que su comportamiento es mucho mas bochornoso que lo que presuntamente increpan.

Quiero enfatizar que lo anterior lo traigo a colación en esta columna semanal, toda vez que el día de ayer en una institución asentada en la colonia industrial, fuimos enterados de triste y desafortunado evento que lacera las entrañas del ser humano, cuando de agresión verbal, física, emocional o laboral contra la mujer hablamos.

Lo anterior lo redacto con indignación y gran consternación, ya que la fotografía relatada, en circunstancias execrables, contrasta notoriamente con los planteamientos y acciones llevadas a cabo por el actual gobierno estatal y federal, quiénes con el ejemplo, han predicado la equidad de género en sus puestos administrativos de alto mando. 

Lo más lamentable, es que el sainete relatado, es una pusilánime puesta en escena cotidiana, que algunos tratan de guardar en oscuro rincón del archivo muerto, donde lo que menos prevalece es el respeto entre semejantes y quien dirige execrable comportamiento reptil, es la más floja y menos eficiente servidora, que a diario fanfarronea y se esconde cual cobarde reptil de buhardilla.

Por cierto, posee abultado expediente con antecedentes de actitudes que ensalzan la misoginia. Médicamente hablando, algunas personas arrastran complejos infantiles con temores reprimidos, que hacen en delirios de grandeza.

Son pocos afortunadamente, quienes hasta la misma naturaleza humana se avergüenza de su existencia. ¿Cuantos arrastrados de oficina, tendrán que soportar los colosos de la medicina dentro de su oscuros archiveros?...solo Dios sabe, mientras nadie tome cartas en el asunto.

La Ley de Servidores Públicos, el Código de Conducta, los convenios y derechos logrados entre empresa-sindicato, amén de la NOM-035-STPS 2018, por tan solo citar, para muchos, son letra muerta: tal y como hemos visto en la industrial.

El compromiso de trabajar en equipo y sensibilidad estan siendo guardados en el cajón del olvido. Cuanto más, habrá que tolerar, ante juicio inquisitivo del nuevo jurado ¿? Los nubarrones se cargan, y vemos como la inercia perniciosa permite que los flojos sin reumatismo se escapen de la madriguera, ante daño neurológico de profesionistas administrativos.