Canibalismo y soberbia entre iguales
Debate y salud, columna de Jacinto Herrera León: Canibalismo y soberbia entre iguales
Recientemente, al estar pasando visita en conocido hospital para determinar plan y manejo de un paciente con enfermedad reumática grave, detectamos que dentro del involucro de varios de los órganos afectados en el cuerpo del doliente se encontraba el riñón. Logramos llegar al objetivo de servir de forma interdisciplinaria al paciente y continuamos con su vigilancia. Más allá de lo comentado se suscitaron, durante las intervenciones para salvar su vida, eventos que laceran las buenas costumbres y la humildad que debe caracterizar a un galeno. No faltaron los exabruptos y actitudes prepotentes o de perdona vidas, que a estas alturas, donde la incertidumbre con sorpresas en cuanto a los cambios (a veces radicales), en el comportamiento de las enfermedades, deberían permanecer en el baúl del olvido y procurar la sencillez y humildad de todos quienes nacieron para servir.
Este pasaje se repite en diversos escenarios personales, profesionales, laborales y sociales por citar, pudiendo encasillarlos dentro del término de “canibalismo profesional o laboral”. Cuantos “personajes” sin pelo de tontos, con dudosa reputación y moral, se atreven a estigmatizar y vilipendiar a quien opina diferente, recurriendo con prepotencia al lenguaje ofensivo. ¿Será que la escases de elementos de valor y humildad marchita alimentan su ego que se ve amenazado por el “valiente” y alimentado por los serviles? Desde mi perspectiva, y vista desde la otra cara del prisma, lo dictado podría encajar dentro del término de “soberbia moral”.
El Diccionario María Moliner señala que la soberbia “es una cualidad o actitud de la persona que se tiene por superior a las que le rodean, y desprecia y humilla a las que considera inferiores”. El Larrouse, añade que “es estimación excesiva de sí mismo en menosprecio de los demás”. El soberbio destaca por “no dar su brazo a torcer”, aunque tal actitud le provoque adversidad. El soberbio muestra empecinamiento en resistir y en despreciar. Se enroca cuando el sentido común aconseja el apaciguamiento.
En la actualidad, vivimos y somos parte de una sociedad que está enferma de soberbia moral. El creer que se tiene la razón por encima de los demás y que quien piensa y es diferente a nosotros es menos por tal motivo, son síntomas inequívocos. Esa situación genera un clima de violencia e intolerancia, por lo que si se quiere tener una sociedad justa, es necesario acabar con la soberbia. Ya basta de encumbrados relumbrones, que por el rabillo ven al humilde y “talachero”, olvidando que gracias a ellos perdura muchas veces su inútil existir.
Cuántos perdonavidas, burócratas de escritorio, se niegan a dar la mano a quien más lo necesita –aún en su lecho de muerte– con argucias administrativas. Atraigo a mi mente, ilustre mentor durante mis años de maestría de administración pública, quien insistía que en la política y en otros menesteres, la moral era tan solo “un árbol de moras”.
Estimado lector, en este momento pido reflexionemos sobre nuestro actuar cotidiano, invitándote a que hagas caso omiso a quien detectas como “soberbio moral”. Más allá de tu conocimiento y preparación o puesto jerárquico, recuerda que el mundo es redondo y todos somos iguales. La ayuda mutua en pro de prójimo debe ser tu principal objetivo. Don Chinto decía; “mientras más alto estés, más humilde te comportaras”.
