“No es nadie señor, soy yo”
Bufete jurídico, columna de José Luis Ropill Gómez: “No es nadie señor, soy yo”
“…Que digan que estoy dormido
y que me traigan aquí”.
Jesús Monge
Cada vez que se aproximan las fiestas patrias, nos invaden sentimientos de mexicanidad. Recordamos las magistrales obras que refieren al nacionalismo mexicano, “El perfil del hombre y la cultura en México”, “El laberinto de la soledad” y “Vuelta al laberinto de la soledad”, el primero del filósofo Samuel Ramos y los otros del gran poeta Octavio Paz.
Son varias las interrogantes que ambos autores tratan de explicar, por ejemplo ¿cómo somos los mexicanos como pueblo, como masa?, ¿cuál es la idiosincrasia del pueblo de México?, ¿por qué pensamos como pensamos? y ¿por qué somos como somos? A qué responde el grito en los estadios de futbol cuando el portero rival despeja el balón, “heee pu…”. No es como señala la FIFA un grito homofóbico. Es una burla al rival, una forma un tanto grotesca de decirle, ¡acá estamos y apoyamos a nuestro equipo!, el significado del grito es una forma, quizá machistas de decirle cobarde, de tratar de desgastarlo para beneficio de equipo nacional. No pretende denigrarlo por sus orientaciones sexuales ni mucho menos.
Cuando los yucatecos le decimos pelaná al interlocutor, lo que queremos destacar es pequeña ofensa no expresada exegéticamente en el significado de la palabra maya. Es una forma más dura que decirle “guey”. No le decimos pelaná a cualquiera, tiene que ser de confianza. No es para denostarlo.
Los mexicanos nos ninguneamos. ¿Qué significa? Nos negamos a nosotros mismos. En palabras de Samuel Ramos nos mimetizamos y nos autodenigramos: “El mexicano no es inferior, pero se siente”.
Paz refiere que en alguna ocasión escuchó un ruido en el fondo del patio de su casa y preguntó, ¿quién anda ahí? Una muchacha recién llegada de su pueblo contratada para labores doméstica le respondió: “No es nadie señor, soy yo”. Es el ninguneo.
Cuando escuchamos: “échale huevos”. Significa que le meta valor. Valentía de macho. Esfuerzo supremo que ayuda alcanzar el fin.
Paz refiere en “El laberinto” la expresión chin…da. Los mexicanos la usamos continuamente. Decirle al interlocutor “vete a la chin…da”, es mandarlo lejos a un lugar indefinido, distante. Poner tierra de por medio. “Me va de la chin…da” significa todo me sale mal. No me va bien. “El clima está de la chin…da”, es decir, habrá viento, lluvia, hay mucho frio o calor, todas las posibilidades extremas.
Somos el resultado de la vida indígena y la fusión de razas. Fuimos la Nueva España o la España en América. Pero somos realmente mestizos, aunque muchos se sientan europeos. Reconocernos con esa calidad es aceptar nuestras virtudes y defectos. Ni más ni menos.
Por cierto, ¡Viva México hijos de la […]!