Periodos de exámenes en la Universidad: apuntes históricos

Atalaya histórica, columna de José Ramón Pérez Herrera: Periodos de exámenes en la Universidad: apuntes históricos.

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Una de las prácticas educativas más relevantes durante el ciclo escolar es el periodo de exámenes finales. Este representa el momento en que los estudiantes pueden demostrar los aprendizajes adquiridos, ya sea en torno a contenidos temáticos o a experiencias desarrolladas durante el curso. Tradicionalmente, los exámenes han sido el principal instrumento utilizado por el profesorado para conocer de primera mano el dominio que los alumnos tienen sobre una asignatura. Se trata, además, de una práctica histórica que ha evolucionado con el tiempo.

Desde su fundación, la Universidad de Yucatán estableció lineamientos académicos que orientaron los procesos educativos, entre ellos la aplicación de exámenes. Por ejemplo, en el Reglamento General de Inscripciones, Matrículas y Exámenes, publicado en la revista Orbe en agosto de 1942, se indicaba que “para estimar los conocimientos adquiridos por un estudiante en cualquiera de las asignaturas que se cursan o se han cursado en la Universidad, se establecen cuatro especies de exámenes: ordinarios, de revaloración, extraordinarios y a título de suficiencia”.

Los exámenes ordinarios, según el artículo 18, se presentaban al finalizar un curso y requerían que el estudiante hubiera cumplido al menos con el 85% de asistencia. Por su parte, los exámenes de revaloración se realizaban en septiembre y estaban dirigidos a estudiantes numerarios que no habían aprobado su ordinario del ciclo escolar anterior. En el caso de la Escuela Preparatoria, existía otro periodo de revaloración entre las vacaciones de carnaval y Semana Santa.

Los exámenes extraordinarios eran presentados por estudiantes numerarios que deseaban mejorar calificaciones aprobatorias obtenidas previamente, así como por quienes “hubieren obtenido del Consejo Universitario la concesión de terminar sus estudios preparatorios o profesionales, conforme a planes ya derogados.” También podían presentar estos exámenes, aquellos alumnos procedentes de otras escuelas preparatorias o profesionales ajenas a la Universidad de Yucatán que buscaban incorporarse a sus planes de estudios vigentes.

Todo examen era oral e individual, aunque también podía incluir pruebas escritas o experimentales, conforme al reglamento interno de cada Facultad o Escuela.

La duración variaba según el tipo de examen: el ordinario duraba media hora; el de revaloración, cuarenta y cinco minutos; el extraordinario, una hora; y el de título de suficiencia, hora y media.

El articulo 29 precisaba que “la prueba oral de un examen tendrá por objeto esencial investigar si el sustentante ha retenido y comprendido la parte teórica de la asignatura; las pruebas escritas y experimentales, averiguar si es capaz de aplicar sus conocimientos […].” Cada sinodal formulaba preguntas para comprobar el nivel de aprendizaje del estudiante.

El sínodo estaba conformado por el profesor titular de la materia y dos docentes más, designados por el Rector o el Director de la Escuela o Facultad. Las calificaciones eran numéricas, del cero al cien. La nota mínima aprobatoria era de sesenta; en exámenes a título, de setenta y cinco. Hoy que muchas instituciones universitarias realizan evaluaciones finales, vale la pena recordar este interesante recorrido histórico.

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