¿Ahora sí el despegue económico?
El reciente anuncio de la creación de un Polo de Desarrollo Económico en Chetumal por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum...
El reciente anuncio de la creación de un Polo de Desarrollo Económico en Chetumal por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum ha revivido entre los chetumaleños una esperanza largamente acariciada: que la capital de Quintana Roo deje de ser la “ciudad olvidada” del Caribe y por fin se convierta en un motor económico regional.
De acuerdo con el proyecto, se busca consolidar a Chetumal como un punto estratégico para la industria ligera, la logística comercial y el comercio internacional, aprovechando su cercanía con Belice y su conexión con el Tren Maya. En teoría, el Polo de Desarrollo tendría como finalidad atraer inversión, generar empleo, fortalecer la infraestructura productiva y detonar un nuevo modelo de crecimiento con justicia territorial.
La idea no es mala. Es más, es necesaria. Chetumal ha sido históricamente una ciudad administrativa, con una economía sostenida principalmente por el aparato gubernamental y el comercio informal. La creación de una plataforma que articule la producción, el transporte y el comercio podría cambiar radicalmente ese escenario. Pero como ocurre con todo anuncio grandilocuente, la pregunta obligada es: ¿esta vez sí será diferente?
Y es que los chetumaleños ya han escuchado discursos similares. Basta recordar el decreto de Zona Libre impulsado por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, el cual fue presentado con bombos y platillos como un incentivo sin precedentes. Se hablaba de una reducción del IVA, la eliminación de aranceles y la llegada masiva de mercancías. Sin embargo, el impacto fue marginal. Las grandes cadenas no llegaron, la mayoría de los pequeños comerciantes no logró competir y los beneficios, si existieron, no fueron duraderos ni transformadores.
Tal vez por ello ahora se apuesta por una figura distinta: el Polo de Desarrollo, más enfocado en infraestructura y atracción de empresas que en medidas fiscales. Aún así, para que esta nueva promesa se materialice, se deben superar enormes retos estructurales en Chetumal, como falta de servicios públicos adecuados, la excesiva burocracia local, la escasa conectividad con el resto del país, y lo más importante, la confianza ciudadana, que ya se encuentra seriamente erosionada por años de abandono y simulación.
¿Está Chetumal realmente preparada para recibir a más trabajadores, inversionistas o incluso turistas, como parte de este prometido auge económico? Basta recorrer la ciudad para darse cuenta de que la infraestructura urbana no da para más: las calles están llenas de baches, los sistemas de drenaje colapsan con cada lluvia fuerte, hay apagones constantes, basura acumulada, y zonas enteras sin alumbrado público.
¿Dónde se alojarán los nuevos trabajadores? ¿En qué condiciones funcionará la logística si ni siquiera se puede garantizar un entorno básico y funcional para los actuales habitantes?
Otro factor clave será saber quién ejecutará el proyecto: ¿será el gobierno del estado?, ¿una dependencia federal?, ¿una nueva agencia para la región?, ¿o, como ha pasado otras veces, todo quedará en papel mientras el centralismo capitalino decide? También hay que ver si el ayuntamiento de Othón P. Blanco, con su crónica falta de capacidad técnica y política, podrá alinearse o al menos no entorpecer el proceso.
En resumen, el nombramiento de Chetumal como Polo de Desarrollo Económico suena bien, pero aún es una promesa en construcción. El beneficio no será automático ni inmediato. Se necesita inversión real, voluntad política, participación ciudadana y sobre todo, condiciones que aseguren que esta vez, el desarrollo no solo se anuncie, sino que se quede. Porque si no, será otra oportunidad perdida en una larga lista de falsas esperanzas para la capital del estado. ¿Llegará el fin del rezago para el sur?