Chetumal: percepción que no engaña
Mientras las autoridades insisten una y otra vez en que la inseguridad en Chetumal “va a la baja”, la realidad...
Mientras las autoridades insisten una y otra vez en que la inseguridad en Chetumal “va a la baja”, la realidad y, sobre todo, la percepción ciudadana, dicen todo lo contrario. La más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), elaborada por el Inegi, muestra un aumento alarmante en la percepción de inseguridad entre los chetumaleños, que pasó de 63.4% en el primer trimestre de 2025 a 73.6% para el segundo trimestre, superando incluso la media nacional del 63.2%.
Es decir, Chetumal no solo es más inseguro que antes, sino que también se percibe más peligroso que la mayoría de las ciudades del país. Sin embargo, el fiscal general del estado, Raciel López Salazar, y el secretario de Seguridad Ciudadana, Julio César Gómez Torres, continúan sosteniendo el discurso de que todo mejora, repitiendo cifras que, en lugar de brindar confianza, generan indignación. La desconexión entre la narrativa oficial y la experiencia ciudadana no solo es evidente: es insultante.
La capital del estado, que hace apenas algunos años era considerada una de las ciudades más tranquilas del país, hoy está sumida en un ambiente de miedo, incertidumbre y desconfianza. Las casas podían permanecer con la puerta abierta y las calles, que antes se recorrían con tranquilidad, ahora son escenario de ejecuciones, “levantones”, extorsiones, secuestros virtuales y desapariciones. Y mientras eso ocurre, las autoridades siguen apostando por la negación.
La misma encuesta revela otro dato contundente: solo 16.5% de la población en Chetumal cree que sus autoridades policiales resuelven los problemas. Ese porcentaje no es solo bajo, es una sentencia de desconfianza. Cuando ocho de cada diez personas no creen en las instituciones encargadas de protegerlas, ¿cómo se puede sostener que la inseguridad está bajando?
Es cierto que las cifras oficiales pueden mostrar ciertos matices, como reducción de ciertos delitos, operativos en marcha, inversiones en equipamiento. Pero si la ciudadanía no se siente segura, si tiene miedo de salir por la noche o desconfía de llamar a la policía cuando algo ocurre o no denuncia por considerarlo una pérdida de tiempo, entonces el problema sigue ahí, respirando en cada calle y en cada casa.
A esta percepción creciente de inseguridad se suma el abandono evidente de muchos espacios públicos como calles oscuras por falta de alumbrado, sin presencia policial, con maleza crecida que sirve de escondite perfecto para delincuentes, son parte del panorama diario en muchas colonias de Chetumal. Este descuido no solo deteriora la imagen urbana, sino que alimenta la sensación de vulnerabilidad entre los ciudadanos.
La inseguridad no se combate solo con patrullas, helicópteros, drones o boletines de prensa. Se combate con presencia real, con inteligencia, con justicia efectiva, con respuestas rápidas, con empatía hacia las víctimas y, sobre todo, con voluntad política de asumir la crisis. Seguir maquillando la situación solo agrava el problema.
Negar lo que todos viven, lo que todos ven y lo que todos temen, no hará que la violencia desaparezca. Solo hará que las instituciones se hundan aún más en el descrédito. Porque si algo está claro es que la percepción de inseguridad no es una ilusión: es el reflejo de una realidad que las autoridades aún no quieren o no pueden enfrentar. ¿Chetumal no merece otra historia? ¿Una que no se escriba con miedo?