Empatía con Superman: el gym de la razón I

La hipótesis de la maldad como falla del mecanismo de la empatía ha sido controvertida.

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Muchas personas piensan que la empatía es la clave que explica por qué existe el mal entre nosotros. La idea es que si las personas sintieran el daño que hacen en otros, nunca les harían daño a los demás. Esta historia suena sensata en un nivel de análisis muy general, pero es ingenua en otro sentido una vez que uno conoce de naturaleza humana y de distintos episodios de nuestra historia.

 Hay muchas personas capaces de hacerse daño a sí mismas, y por lo mismo quizá, de abusar y destruir a otros sin el menor temblor en su mano. Esta idea de una perfecta empatía previene el mal, ayuda a explicar no sólo porque hay crueldades injustas—cuando falla la empatía- pero también ayuda a entender por qué unos omiten dañar a otros aún cuando están bien justificados en hacerlo—i.e., los actos de piedad.

La hipótesis de la maldad como falla del mecanismo de la empatía ha sido controvertida. No quisiera entrar en detalles sino sólo mostrar algunos de los razonamientos que, por ejemplo, presenta Paul Bloom en su libro Against Empathy (2016). La población que clínicamente se ha documentado que tiene problemas para empatizar, básicamente autistas y psicópatas, están menos representados entre los delincuentes ya sentenciados de lo que están en la población general. De cada 100 habitantes que hay, entre el 5 y el 8% son autistas o psicópatas, pero en la población carcelaria menos del 5% son psicópatas o autistas.

Por el contrario, al parecer tener empatía funcional contribuye más a la comisión de delitos de lo que los previene. La razón se entiende fácilmente también: cuando una persona es empática con otra, tiene motivos para lastimar a quienes percibe como causantes del dolor de aquel con quienes empatiza.

 Si veo a mis hijos tener hambre y me convenzo de que su hambre es causada o sostenida por aquellos que vacacionan en Cancún—ya que tienen dinero de sobra que gastan en algo más baladí que alimentar al hambriento—, me darían un motivo de sobra para asaltar a nuestros turistas.

Bloom opone a la empatía el uso de la compasión. La empatía es esa cualidad de ser contagiado de las emociones de otros sin filtro ni medida, la compasión por el contrario sería una especie de empatía pero mediada por las razones principalmente, no necesariamente emociones.

 Por compasión uno es capaz de tratar a otros adecuadamente aún sin sentir sus mismas emociones o incluso sintiendo esas mismas emociones. La compasión más bien presupone la operación intelectual de ponerse en los zapatos de otro, pero no solo en los zapatos emocionales. Esta operación es intelectual y es mediada por tener una teoría de cómo son los demás en nuestra propia cabeza (aunque Bloom la describe de otro modo).

Lo que me gustaría enfatizar en esta breve entrega para Voces Universitarias es la siguiente idea: para evitar ser injustos o malvados, debemos aprender a ponernos en los zapatos de los demás, no sólo sentir sus emociones sino saber sus conocimientos, entender sus creencias, comprender sus objetivos. Para hacer esto, el que quiere ser compasivo, supongamos Juan, debe poder hacer “una copia” mental del individuo al que quiere comprender y tratar bien, supongamos, Pedro. Para que Juan haga una buena copia de Pedro debe tener el poder de absorber de alguna forma a Pedro.

Según esta tesis, una persona tiene mayores capacidades de compasión que otra, si tiene más poder intelectual y tiene la intención de hacerse una imagen verdadera de los demás.

 El verdadero reto lo tiene una persona con disminuidas capacidades intelectuales o no se preocupa por reflejar justa y verdaderamente a los demás.  Pero seguiremos analizando esto en nuestra siguiente entrega.

(Víctor Manuel Peralta Del Riego; profesor de Desarrollo Humano, Universidad del Caribe)

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