Empatía con Superman: el gym de la razón II

La regla: “no matarás” entra en problemas serios cuando uno además tiene obligación de hacer el bien a los demás.

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En nuestra entrega anterior, debatimos la controvertida hipótesis de la maldad como falla del mecanismo de la empatía; ya que la población que clínicamente se ha documentado que tiene problemas para empatizar, básicamente autistas y psicópatas, están menos representados entre los delincuentes ya sentenciados de lo que están en la población general.

Un modo en que alguien con capacidades intelectuales inferiores pueda hacer una buena imagen mental de otro con una vida mental más compleja que la propia es si las personas se vuelven predecibles. Por ejemplo, que todos sigan un código de conducta dado, hace que en la medida en que una persona comprende ese código de conducta se ahorra el trabajo de hacerse una imagen mental de cada persona y puede hacer una buena reducción de la complejidad a un modelo simple.

El problema en esta clase de situaciones, no obstante, persiste. El mundo tiene una complejidad específica que complica predecir cómo se va a comportar un ser humano que sigue ciertas reglas. La complejidad del mundo puede complicar la aplicación de un código de conducta por más sencillo que éste sea.

La regla: “no matarás” entra en problemas serios cuando uno además tiene obligación de hacer el bien a los demás. Esas dos reglas pueden hacer que una persona mate en legítima defensa a otro, dadas ciertas condiciones del mundo. La complejidad del mundo y de las personas dificultan especialmente la compasión aun en los casos en los que no la empatía no tenga problema y haya comercio pleno de emociones.

El caso clásico que diferencia actuar por empatía y actuar por compasión está presente desde los escritos clásicos de Platón.

En La República, Sócrates pregunta a Céfalo: si la justicia es dar a cada uno lo que es suyo y un amigo tuyo te dio a resguardar sus armas, ¿uno debe devolver sus armas al amigo demente o claramente fúrico aunque uno sepa que al calor de la emoción va a dañar injustamente a otro? Si uno es empático con los amigos—¡como debe ser!—, uno sentirá más intensamente el coraje del amigo que el dolor que podría sufrir el que sufra los efectos de su furia.

 En cambio, si uno es capaz de representar al mismo nivel la emoción que nos transmite al que ya queremos—al amigo— tanto como la del que uno no quiere—al que hizo un daño a nuestro amigo—, entonces uno decide con la compasión más que con la empatía. Una de las dimensiones prácticas más importantes de aprender a razonar es que podemos ubicarnos en los zapatos del otro en el nivel de las creencias, de los conocimientos y motivos, y no sólo padecer sus emociones.

Aquí viene un reto intelectual, un puzzle para el lector, si lo quieren ver así: ¿Por qué un individuo que lo tiene todo, todo el conocimiento, ningún vicio o intención de dañar, todo el poder, podría desear crear a otro, claramente inferior a él: más ignorante, menos virtuoso y más incapaz? ¿Puedes imaginarte las emociones de alguien que tiene todo, es pleno, está completo, y aún así inventa, crea o engendra a otro? ¿Qué pasa por la mente y el corazón de este hipotético ser?

Una pista: no se vale contradecir las condiciones iniciales. Otra pista: ¿por qué Superman iría a rescatar al otro lado del universo a una niña secuestrada por alienígenas poniendo en riesgo a toda la humanidad, que se queda en la Tierra, incluyendo al resto de las niñas que se quedan en la tierra?

(Víctor Manuel Peralta Del Riego, profesor de Desarrollo Humano, Universidad del Caribe)

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