Fracaso de la militarización
La militarización de la seguridad pública en Quintana Roo ha sido, hasta ahora, una estrategia fallida. Una fachada. Una solución...
La militarización de la seguridad pública en Quintana Roo ha sido, hasta ahora, una estrategia fallida. Una fachada. Una solución impuesta desde la narrativa federal que presume fuerza, pero olvida el fondo del problema. Nos prometieron orden, paz y control con la llegada de la Guardia Nacional y con la imposición de marinos y militares en los puestos clave de las corporaciones policíacas. Pero lo único que ha aumentado en el estado no es la seguridad, sino la violencia.
Hoy, los altos mandos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana estatal y de las policías municipales están ocupados por perfiles castrenses. Ex marinos, ex militares, gente de disciplina dura, pero sin experiencia alguna en la construcción de paz con enfoque civil.
La pregunta es: ¿de qué ha servido? Hace apenas unas semanas, el propio secretario de Seguridad Pública de Tulum, un militar en funciones, fue ejecutado. ¿Qué mensaje más claro queremos de que ni ellos mismos pueden garantizar su vida?
La presencia de la Guardia Nacional en Quintana Roo se ha convertido en paisaje. Patrullan, rondan, se dejan ver, pero la inseguridad avanza. La ciudadanía sigue sufriendo extorsiones, levantones, ejecuciones y robos con violencia. Y no solo eso, hay miedo, hay desconfianza, hay abusos. Los operativos no están acompañados de estrategia, ni de inteligencia, ni de prevención. Son despliegues mediáticos, sin resultados reales.
Peor aún, con la justificación de la "militarización", los gobiernos estatales y municipales se deslindan de su responsabilidad. Delegan el control y se olvidan de profesionalizar sus cuerpos policiacos, de dignificar al policía de calle, de invertir en inteligencia y justicia. Las corporaciones civiles están hoy más débiles que nunca, subordinadas a mandos que no rinden cuentas y que no entienden la lógica del servicio ciudadano.
La seguridad no se impone con botas, ni con fusiles. La paz no se construye desde el miedo, sino desde la justicia, la prevención y la confianza ciudadana. Lo que vivimos en Quintana Roo es el reflejo de un modelo agotado, violento y autoritario que, si no se replantea, nos seguirá costando vidas, libertad y dignidad.
En cada reporte oficial, cada boletín y cada conferencia de seguridad, se presume el número creciente de efectivos desplegados en las calles, carreteras y zonas turísticas del estado. Sin embargo, la pregunta que cada vez más ciudadanos se hacen es simple pero crucial: ¿ha mejorado la seguridad?
Hace apenas unos días se desató una balacera en un hotel de la zona continental de Isla Mujeres, donde decenas de turistas quedaron en shock al ver tanta violencia en el lugar donde supuestamente llegaron para relajarse.
Hoy Cancún, Playa del Carmen y Tulum, que alguna vez fueron sinónimo de paraíso, se han convertido también en escenarios frecuentes de balaceras, ejecuciones y desapariciones. Y lo peor: la militarización no ha logrado devolver la tranquilidad a las calles, ni la confianza a la ciudadanía.
Militarizar no es sinónimo de pacificar. Y mientras la apuesta siga siendo únicamente por el músculo y no por la inteligencia, la paz seguirá siendo una promesa pendiente en esta tierra de contrastes.
¿Habrá cambio de estrategia?