¿IA para todos? Solo si puedes pagar… con tus datos
Por eso, debemos entender que el tiempo de la IA completamente gratuita está llegando a su fin...
La Inteligencia Artificial (IA) llegó no sólo para quedarse, sino para adaptarse y volverse útil para todos, resultando mucho menos peligrosa de lo que alguna vez imaginamos tras años de consumir películas apocalípticas sobre el tema.
Prácticamente no hay aspecto de la vida social humana que no encuentre alguna utilidad en el uso de la IA. Y no sólo hablamos de ChatGPT, sino de múltiples interfaces que, de una u otra forma, facilitan tareas mecánicas y permiten que el ingenio humano se enfoque en lo complejo. En palabras llanas: la IA hace la talacha y el humano le da forma.
Hasta aquí, todo parece un idilio tecnológico. Sin embargo, esta simbiosis entre creatividad humana y automatización comienza a cambiar. No por una amenaza tipo Skynet, ni por el reemplazo de trabajadores, sino por algo más simple y cotidiano: el costo.
Usamos herramientas de IA a diario, sin restricción ni medida, olvidando que detrás de ellas hay empresas, equipos, servidores y recursos que deben sostenerse económicamente. Se sabe, por ejemplo, que ChatGPT no será rentable sino hasta 2029, y que podrían pasar años antes de que genere ganancias sostenidas.
El panorama se complica aún más con la evolución de la IA: ahora no sólo responde preguntas, sino que compara, “razona” y ofrece soluciones complejas. Todo por el mismo precio de siempre: un “gracias, IA”, que ya se nos hace costumbre.
Por eso, debemos entender que el tiempo de la IA completamente gratuita está llegando a su fin. O, en el mejor de los casos, sólo lo estará su versión más básica. Los desarrolladores ya tienen la respuesta: las suscripciones.
Sí, sabemos que esta opción existe desde hace tiempo. Pero, socialmente hablando, ¿cuántos somos realmente conscientes de ello? Para el usuario promedio, la IA “siempre está ahí”, como si fuera parte del paisaje digital. Pocos estarían dispuestos a pagar por ella, al menos no como se paga Netflix o Spotify. Pero ¿y si pronto sólo lo gratuito fuera lo limitado?
Ese escenario podría ser interesante desde un enfoque social. La IA se ha vuelto tan relevante que muchos aceptaríamos pagar sin dudar, sin detenernos a pensar en un riesgo latente: el uso de nuestros datos personales.
La lógica es clara: si una IA ofrece un servicio de suscripción convincente, es natural —y deseable— que sus capacidades sean más robustas y útiles. Lo preocupante es que, quizá, ni siquiera se necesite Inteligencia Artificial para advertir el riesgo que eso implica para nuestra privacidad, por lo menos, en nuestra vida digital.