La guerra arancelaria de Trump: ¿dónde queda México?

Tan grave es lo que está sucediendo que muchos billonarios que han apoyado a Trump, ahora lo critican y se deslindan de sus acciones.

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Estimado lector ¿sabe usted qué es una guerra arancelaria? Se trata de un conflicto económico en el que los países implementan y aumentan aranceles y otras barreras no arancelarias entre sí. En general, suele surgir de un proteccionismo económico extremo y, normalmente, incluye las llamadas medidas de ojo por ojo, donde cada parte aumenta los aranceles como respuesta.

Esto es justamente lo que Donald J. Trump, presidente de los Estados Unidos ha iniciado, se fue con todo en contra del planeta entero. Provocando una profunda herida económica autoinfligida a su país y poniendo al mundo en el camino de una recesión global.

Tan grave es lo que está sucediendo que muchos billonarios que han apoyado a Trump, ahora lo critican y se deslindan de sus acciones. Como muestra comparto con usted, amable lector, el mensaje que el ahora ex amigo de Trump, el billonario Bill Ackman, posteó la semana pasada en X: El país apoya plenamente al presidente en su objetivo de corregir un sistema global de aranceles que lo ha perjudicado. Pero los negocios son un juego de certidumbre, y la certidumbre depende de la confianza. El presidente Donald Trump ha elevado el tema arancelario al nivel de ser el asunto geopolítico más importante del mundo y ha captado la atención de todos. Hasta ahora, todo bien. Y sí, otras naciones se han aprovechado de Estados Unidos protegiendo sus industrias nacionales a costa de millones de nuestros empleos y del crecimiento económico del país.

Pero, al imponer aranceles masivos y desproporcionados tanto a nuestros amigos como a nuestros enemigos, y con ello lanzar una guerra económica global contra todo el mundo al mismo tiempo, estamos destruyendo la confianza en nuestro país como socio comercial, como lugar para hacer negocios y como mercado para invertir capital. El presidente tiene la oportunidad de pedir un plazo de 90 días, negociar y resolver acuerdos arancelarios asimétricos injustos e inducir billones de dólares de nuevas inversiones en nuestro país.

Si, por otro lado, el 9 de abril lanzamos una guerra nuclear económica contra todos los países del mundo, la inversión empresarial se paralizará, los consumidores cerrarán sus carteras y dañaremos gravemente nuestra reputación ante el resto del mundo, una reputación que tardará años, e incluso décadas, en recuperarse. ¿Qué director ejecutivo y qué junta directiva se sentirán cómodos asumiendo grandes compromisos económicos a largo plazo en nuestro país en medio de una guerra nuclear económica? No conozco a ninguno que lo haga. 

Cuando los mercados se desploman, se detienen las nuevas inversiones, los consumidores dejan de gastar dinero y las empresas no tienen más remedio que recortar la inversión y despedir a sus empleados. Y no solo las grandes empresas sufrirán. Las pequeñas y medianas empresas y los emprendedores sufrirán mucho más. Casi ninguna empresa puede trasladar un aumento masivo de costos de la noche a la mañana a sus clientes. Y esto es así incluso si no tienen deudas, y, lamentablemente, existe un enorme apalancamiento en el sistema financiero estadounidense.

Los negocios son un juego de confianza. El presidente está perdiendo la confianza de los líderes empresariales de todo el mundo. Las consecuencias para nuestro país y los millones de ciudadanos que han apoyado al presidente —en particular, los consumidores de bajos ingresos que ya se encuentran bajo una enorme presión económica— serán muy negativas.

Esto no es por lo que votamos por él. El presidente tiene la oportunidad el lunes de pedir un respiro y tener tiempo para corregir un sistema arancelario injusto. De lo contrario, nos encaminamos hacia un invierno económico nuclear autoinducido, y deberíamos empezar a atrincherarnos. Ojalá prevalezca la serenidad…

Continuará. 

[email protected]

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