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El destacado escritor quintanarroense, David Anwar, emigró de Cancún cuando cumplió la mayoría de edad. Se radicó en Mérida...
El destacado escritor quintanarroense, David Anwar, emigró de Cancún cuando cumplió la mayoría de edad. Se radicó en Mérida, Yucatán, donde ha desarrollado gran parte de su profesión y ha podido publicar la mitad de su obra literaria: cuatro de ocho libros. Algunos más, inéditos aún, han sido trabajados en el estado vecino. Se fue porque no encontró en su ciudad natal las condiciones para estudiar ni explotar su potencial artístico. Era otra época.
Es historiador, poeta y dramaturgo. Nació en 1989. Es hijo de familia pionera. Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía «Minerva Margarita Villarreal 2025»; fue residente del prestigioso “International Writing Program”, de la Universidad de Iowa, por donde han transitado premios Nobel de Literatura, y ha sido galardonado con el «Salvador Gallardo Dávalos», el «Juan de la Cabada» y el «Francisco Javier Clavijero».
En una entrevista reciente reflexionó sobre algunos aspectos culturales de Quintana Roo, como la necesidad de que los municipios y el estado dispongan fondos económicos para fomentar las publicaciones de sus literatos. En Yucatán sí se puede, por ello destacó con insistencia el dato de que la mitad de su obra ha sido publicada con apoyo de las instancias públicas yucatecas. Ello permitiría agrupar a escritores locales y motivar a quienes tienen talento probado. Una tarea pendiente.
No es la primera historia personal que se conoce sobre un hijo de Cancún que debió marcharse para encontrar oportunidades. En los últimos años mejoraron ciertas condiciones: más recintos artísticos, más universidades y más apoyos para artistas, por ejemplo. Pero falta mucho por hacer. Nunca será suficiente en un estado que recibe y acoge a miles cada año, que vienen en busca de cumplir sueños, ya sea en el ámbito laboral, deportivo o precisamente artístico. Quintana Roo es una tierra de oportunidades y aquella característica atrae.
El reto es crear las condiciones para retener a talentos nativos. Una especie de “fuga de cerebros” no siempre habla bien del nido. ¿Se puede? Sin duda. Un ejemplo es el Coro de Cancún, que brilla hoy en escenarios del mundo, como se constató en Dinamarca hace unos días.
No debe pasar inadvertida la reflexión de David Anuar en torno a impulsar a nuestros talentos. Amiguismos y compadrazgos no deben ensuciar las expresiones artísticas más genuinas.
@msalinas21