Playa del Carmen: playas limpias con retos pendientes
La reciente entrega de ocho distintivos Blue Flag a Playa del Carmen vuelve a colocar al destino en el escaparate turístico internacional
La reciente entrega de ocho distintivos Blue Flag a Playa del Carmen vuelve a colocar al destino en el escaparate turístico internacional como referente de sustentabilidad y cuidado ambiental.
Las banderas ondeando en Punta Esmeralda, Montecarlo, Pelícanos, Petrel Norte, 72, 88, Cisne y Xcalacoco no son poca cosa: se trata de un reconocimiento que certifica calidad del agua, seguridad, servicios y gestión ambiental.
Para un municipio cuya economía gira en torno al turismo, la distinción funciona como carta de presentación ante millones de visitantes que buscan algo más que playas paradisíacas: desean certeza de que están llegando a un lugar seguro, limpio y responsable con su entorno.
Sin embargo, más allá de la ceremonia, los discursos y las fotos oficiales, conviene preguntarse: ¿Hasta qué punto estas certificaciones reflejan la realidad cotidiana de las playas de Playa del Carmen? Porque no es un secreto que, en paralelo a los reconocimientos, la región enfrenta uno de sus desafíos ambientales más grandes: La invasión de sargazo.
El alga, que año con año arriba a las costas, pone en jaque tanto la calidad del agua como la experiencia turística. ¿Cómo dialoga este fenómeno con las banderas azules? ¿Qué peso tienen estas certificaciones cuando, en plena temporada alta, el acceso al mar puede verse obstaculizado por toneladas de macroalgas que afectan ecosistemas y economías locales?
Otro punto que merece análisis es el de los 20 accesos a playas públicas que la presidenta municipal Estefanía Mercado presume como un logro de inclusión.
Ciertamente, en un contexto donde la privatización y concesión de la costa ha sido una constante en Quintana Roo, contar con el mayor número de accesos abiertos a la comunidad es un avance.
Pero habría que preguntar a los propios habitantes si realmente se sienten dueños de esos espacios o si, en la práctica, siguen enfrentando obstáculos de infraestructura, falta de servicios o la presión inmobiliaria que avanza a pasos acelerados sobre la zona costera.
El reconocimiento de la Fundación para la Educación Ambiental (FEE) también se sustenta en jornadas de limpieza de playas y fondos marinos. Sin duda, estas acciones son loables y necesarias. Pero corremos el riesgo de que se conviertan en eventos simbólicos más que en políticas sostenidas.
El verdadero reto no es limpiar la playa después de la basura, sino generar cambios estructurales en los hábitos de consumo, en el manejo de residuos sólidos y en la regulación de la actividad turística que, paradójicamente, es una de las principales fuentes de contaminación.
En este sentido, conviene reconocer el esfuerzo de los trabajadores de la Zofemat y del área de Medio Ambiente, quienes realizan la labor diaria de mantener los arenales en condiciones óptimas. Pero también hay que recordar que los guardianes del mar no son únicamente los empleados del municipio, sino toda la comunidad.
Sin educación ambiental, sin una ciudadanía consciente de la fragilidad del ecosistema costero, cualquier certificación corre el riesgo de convertirse en un trofeo vacío, más útil para la propaganda política que para la conservación del medio ambiente. Playa del Carmen se reafirma hoy como líder en Quintana Roo con sus ocho banderas azules.
Es, sin duda, un motivo de orgullo y una señal de que algo se está haciendo bien. Pero el verdadero desafío no está en recibir el reconocimiento año con año, sino en que esas banderas no ondeen como simple adorno.
La sostenibilidad no puede medirse solo con distintivos internacionales, sino con la experiencia cotidiana de los habitantes y visitantes: playas libres de basura, acceso garantizado para todos, ecosistemas protegidos y un turismo que realmente conviva en armonía con la naturaleza.
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿queremos que Playa del Carmen sea recordada como un destino de banderas azules o como un ejemplo real de sostenibilidad integral?
La diferencia no la marcarán los reconocimientos, sino las políticas públicas, la vigilancia ciudadana y la capacidad de enfrentar los problemas que no se resuelven con una ceremonia de izamiento.