Redescubrir la belleza del amor

“Amor es encontrar en la felicidad de otro la propia felicidad”, Gottfried Wilhelm Leibiniz.

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Urge redescubrir la belleza del matrimonio y vivirlo en su plenitud. Al ver cada día más y más divorcios, más jóvenes que no contemplan el matrimonio en sus vidas; estamos inmersos en una crisis de la cultura, donde todo es relativo, no existen los absolutos, no se reconocen las leyes morales naturales, menos se acepta el matrimonio, las responsabilidades que esto conlleva, no podemos pensar que el amor matrimonial es como lo pintan las películas de Hollywood.

 

Los medios  nos muestran a los jóvenes que se están conociendo abriendo las puertas a la sexualidad, y por ende los jóvenes buscan imitarlos, mostrando grandes deseos de coronar al sexo, trivializando el verdadero amor, y confundiendo el amor;   pensando que eso es el verdadero amor, cuando debería abrirse esa puerta hasta que exista  realmente mucho amor y mucha responsabilidad.

 

A pesar de que nos muestren lo fácil que es tener relaciones sexuales, y cambiar de pareja sentimental, pintan que es igual el amor en el noviazgo que en el matrimonio. Se aprecia que los novios tienen pocas obligaciones sociales, tienen la vida resuelta, y se arreglan con todo esmero para salir y verse bien, estar de buen humor en los ratitos que comparten y están juntos, no hay grandes responsabilidades.

En cualquier momento puede terminar la relación, sin importar las promesas de amor eterno que se hayan dado, la entrega de lo más valioso: que es la intimidad, o a pesar que exista un embarazo de por medio. Al ser la relación tan fuerte, el rompimiento es desgarrador, sobre todo para la chava.

 

Con el  desprestigio en el matrimonio, al pintarlo como pasado de moda, al ridiculizarlo, se mina el fundamento mismo de la sociedad, que es la familia. El  psicólogo Phillip Hodson de la Asociación Británica de Consejería y Psicoterapia, los matrimonios son más interdependientes que las parejas que están cohabitando: “matrimonio es cuando dos personas se hacen una, y cohabitar es cuando dos personas siguen siendo dos”. El matrimonio tiene su fundamento  en la misma historia de la cultura.

 

El amor en el matrimonio es salir del egoísmo y de su aislamiento, para abrirse a otro, elevando el deseo del amor y la alegría sin fin. Esa reciprocidad que recupera la frescura originaria del amor. El amor no es sensitivo, hoy siento y mañana no; se basa en el consentimiento de la voluntad. Es la donación de ambos, una entrega mutua y verdadera, de la alegría, de las tristezas, de las esperanzas, desilusiones, experiencias de ambos.

 

Es un amor querido, deseado y buscado por esas voluntades, y es aquí sin amenazas, ni chantajes, ni remordimientos se abre la puerta de la sexualidad, con la capacidad de construir una institución tan estable y duradera como es el matrimonio.

 

El amor es vivir una misión, un verdadero compromiso, un estilo de vida, que en las buenas y en las malas allí está para apoyar, para dar un consejo, para acompañar,  para darse, para seguir caminando juntos, hacia la meta final.  Siempre hay algo nuevo de conocer del otro. Y como dice Guión: “Cuando se ama de verdad, no se llega nunca a acostumbrarse a la persona amada. El interés fluye sin cesar”.

 

Me viene a la memoria una canción que cantábamos en la escuela cuando era niña, que decía: decía:

“Amar es entregarse,

Olvidándose de sí,

Buscando lo que al otro pueda hacer feliz,

Qué lindo es vivir para amar,

Qué grande es tener para dar,

Dar alegría y felicidad darse uno mismo eso es amor”

 

Eso es el amor, conforme pasa el tiempo el amor va creciendo poco a poco, alimentándolo día con día, deben existir cambios, madurez, crecimiento, altas y bajas, es ir conociendo, descubriendo a la otra persona. Y es cuando existe el verdadero desprendimiento de todo lo que no es agradable al otro, se llega a la renuncia de muchas cosas atractivas, pero se hacen con amor y alegría, y nunca se consideran difíciles.

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