Rutinas, likes y lavados de cara: la mentira del éxito viral
Todos vimos el video del influencer Asthon Hall: el de la rutina “de éxito” con lavados de cara con agua fría y despertadas a las tantas de la madrugada...
Todos vimos el video del influencer Asthon Hall: el de la rutina “de éxito” con lavados de cara con agua fría y despertadas a las tantas de la madrugada. Para muchos, el video original —y las incontables parodias— fueron objeto de burla y cuestionamientos sobre la sanidad del sujeto; sin embargo, algo más profundo se oculta detrás de la viralidad del clip.
La rutina de Asthon Hall y de numerosos “coaches de vida” y conocidos vendehúmos como Carlos Muñoz, Diego Ruzarín y Amadeo Llados muestra mucho más que un relativo y cuestionable “éxito” en la vida —según ellos, claro—: también evidencia cómo nuestra sociedad vive atrapada en dos frentes subjetivos: el no sentirse perfecta y la búsqueda de la eficiencia.
Si algo podemos decir sobre las redes sociales y su impacto social es que nos dieron un foro abierto para sacar a relucir nuestros deseos y frustraciones, siendo estas últimas las que más visibilidad tienen. Porque, en nuestro afán de sentirnos parte de algo, somos víctimas fáciles de cualquiera que nos ofrezca una tribu a la cual pertenecer y sentirnos “perfectos” y realizados.
Pero la cosa no para ahí. Una vez dentro de la tribu digital, la situación se complica porque hay que mantenerse en ella para sentir que uno “hace algo” para merecer el puesto. Y es acá donde nos enfrentamos a la otra necesidad: la búsqueda constante de la hipereficiencia.
Estos dos frentes son el origen de videos como el de Asthon Hall y demás personajes: darle a la gente la idea de que su vida no es suficiente, y que son ellos quienes pueden darle el impulso que necesitan para “verse” bien.
Ojo a la palabra: “verse”, que no “sentirse”, porque la trampa está en que, detrás de estos videos, cursos y consejos de redes sociales “para tener éxito”, jamás se muestra o instruye sobre cómo lograrlo. En cambio, engañan poniendo en evidencia el resultado más obvio —un auto, un cuerpo trabajado, un departamento o casa— para demostrar lo bien que se ven… y nada más.
Esta situación no se da únicamente en videos virales de “coaches” de vida, sino en escenarios más sutiles como los famosos unboxing, GRWM e incluso clips sobre cómo hacer lunches o vestir a los niños para llevarlos a la escuela. En todos ellos, lo que destaca es la búsqueda de la perfección visual, de la belleza estética para hacer parecer que la vida es perfecta si sigues su consejo, porque —pobres de nosotros— la nuestra no es suficiente.
Pero si vamos detrás del telón de la falsedad, ¿qué encontraremos? Nada fuera de lo común: un actor, producción, luces, cámaras y un guión preparado para atraer clientes. Porque he aquí otra clave importante: todos esos personajes de redes sociales están ahí para vendernos algo, para hacer negocio de la necesidad de pertenecer de los usuarios.
A veces —creo yo— se nos olvida una de las máximas de la vida: fracasar es parte del camino del éxito. Los logros llegan tras muchos tropiezos y experiencias que nos ayudan a darnos cuenta de la realidad: ser exitoso poco tiene que ver con verse exitoso en un video de redes sociales.