Sale de la pobreza el 10% de la población de Quintana Roo
Los datos recientes del Inegi sobre la disminución de la pobreza en Quintana Roo merecen ser analizados con lupa...
En tiempos donde las estadísticas suelen usarse como arma política, los datos recientes del Inegi sobre la disminución de la pobreza en Quintana Roo merecen ser analizados con lupa, pero también con optimismo.
Que más de 177 mil personas hayan salido de esta condición en los últimos años no es un logro menor. Esta cifra representa casi el 10 por ciento de la población del estado, estimada en 1 millón 858 mil habitantes, de acuerdo a datos oficiales.
Representa, además, una reducción de 9.3 puntos porcentuales y el nivel más bajo en ocho años. No es exagerado decir que esto marca un punto de inflexión en la historia social del estado.
La gobernadora Mara Lezama atribuye estos avances al Nuevo Acuerdo por el Bienestar y Desarrollo de Quintana Roo, una estrategia centrada en mujeres, jóvenes y familias vulnerables. No se trata solo de un discurso; la implementación de programas sociales, acciones comunitarias y apoyos directos ha tenido un efecto medible.
A ello se suman los programas federales impulsados por Claudia Sheinbaum —pensiones para adultos mayores, personas con discapacidad y mujeres— que han reforzado la red de seguridad social en la entidad.
Sin embargo, el dato más relevante no es únicamente cuántas personas han salido de la pobreza, sino cómo se evita que regresen a ella.
El riesgo de retroceso es real si los empleos generados son precarios o si los ingresos no crecen al ritmo del costo de vida.
En una economía fuertemente dependiente del turismo, las crisis globales o desastres naturales pueden poner a prueba la estabilidad de estas mejoras.
También es cierto que reducir la pobreza no significa haber erradicado la desigualdad. Quintana Roo sigue enfrentando brechas en acceso a salud, educación de calidad y vivienda digna, especialmente en comunidades rurales y zonas marginadas de los polos turísticos.
La prosperidad compartida, para ser verdadera, debe ir más allá de los números y traducirse en oportunidades sostenibles para todos los quintanarroenses.
Celebrar estos avances es justo, porque muestran que las políticas públicas bien dirigidas pueden cambiar vidas.
Pero sería ingenuo pensar que el trabajo está terminado. La verdadera victoria será que, dentro de otros ocho años, no solo hablemos de cifras históricas, sino de una realidad cotidiana en la que la pobreza sea excepción y no regla en Quintana Roo.
Es de resaltar este logro, pero también es justo recordar que aún falta mucho por hacer.