Si el algoritmo lo dice, debe ser cierto… ¿o no?

Las redes sociales se agotan como fuente de verdad precisamente porque les sobra. Hoy todos podemos expresar nuestras ideas, compartir puntos de vista...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Las redes sociales se agotan como fuente de verdad precisamente porque les sobra. Hoy todos podemos expresar nuestras ideas, compartir puntos de vista y explicar por qué creemos lo que creemos.

En teoría, este abanico de voces debería enriquecer la conversación pública, permitir contrastes y fomentar razonamientos propios. Pero en la práctica, entre tantas opciones, lo que menos prevalece es la veracidad.

La democratización de las plataformas redujo el tiempo de reflexión al mínimo posible: lo que tarda un dedo en presionar un “like”. Ese gesto —aparentemente insignificante— es el que decide qué vemos, qué pensamos que está pasando y, lo más grave, qué creemos que es cierto.

La verdad digital no es más que el resultado de un algoritmo que interpreta nuestra interacción y refuerza lo que supone que pensamos. Y aun así, muchos usuarios lo aceptan como si fuese una revelación objetiva, sin detenerse a cuestionar lo fácil que la red les acomoda la razón, y más fácil aún, mudar a la opinión contraria.

Este escenario se vuelve peligroso para todos: para la salud del debate público, para la democracia informativa y por supuesto, para quienes consumen contenido creyendo que están eligiendo libremente.

El terreno queda listo para que prosperen formas de coacción del pensamiento: desde las viejas “fakenews” hasta el uso indiscriminado de inteligencia artificial, capaz de fabricar discursos completos que confirman prejuicios o avivan disputas que ni siquiera existían.

Todo esto nos obliga a cuestionar el concepto mismo de verdad y realidad en el entorno digital. ¿Qué defendemos cuando discutimos en redes? ¿Qué atacamos? Si la “verdad” que consumimos proviene de un algoritmo alimentado por lo que hacemos —pero no por lo que realmente pensamos—, ¿podemos considerarla real? Incluso aquello que sabemos que es cierto termina puesto en duda, porque admitirlo podría convertirnos, según algunos, en “borregos del sistema”.

La verdad sigue existiendo, pero cada vez cuesta más reconocerla entre tantas certezas fabricadas y tantas mentiras perfectamente editadas para parecer auténticas. Lo inquietante es lo fácil que resulta hoy volver falso lo que es cierto y convertir en innegable aquello que nunca ocurrió. Y ese es el verdadero problema: no que nos engañen, sino lo rápido que queremos ser engañados cuando la mentira coincide con nuestra narrativa.

Lo más leído

skeleton





skeleton