Tren Maya internacional

La presidenta Claudia Sheinbaum ha puesto sobre la mesa una promesa que suena tan ambiciosa como polémica: extender el Tren Maya hacia Belice y Guatemala.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La presidenta Claudia Sheinbaum ha puesto sobre la mesa una promesa que suena tan ambiciosa como polémica: extender el Tren Maya hacia Belice y Guatemala. En su discurso, la mandataria habla de un proyecto “estratégico de desarrollo”, de turismo fortalecido, de comunidades beneficiadas y hasta de un modelo sostenible que protege el patrimonio natural y cultural. Pero basta mirar lo que ha ocurrido en el sureste mexicano para preguntarnos: ¿de verdad el Tren Maya es ese motor de bienestar que se nos vende?

En Quintana Roo, donde el tren debía detonar un auge económico y turístico, la realidad dista mucho de la narrativa oficial. Los beneficios sociales han sido mínimos, el número de usuarios está muy por debajo de lo esperado, y las comunidades que supuestamente iban a ser integradas siguen esperando el milagro del desarrollo. 

Lo que sí quedó claro son los miles de kilómetros de selva talados, cenotes colapsados, cavernas perforadas y un costo ambiental que ni el gobierno ni Fonatur han podido —o querido— medir con estudios serios de impacto y mitigación. 

Ahora se pretende convencer a Belice y Guatemala de que ese mismo modelo traerá crecimiento económico y estabilidad social. Se habla de un “corredor biocultural” y de acuerdos trinacionales para proteger la selva, pero ¿cómo creer en esa promesa si México no ha podido garantizarlo en su propio territorio? La experiencia demuestra que los daños ambientales son irreversibles, y los supuestos beneficios quedan en meras estadísticas infladas. 

El riesgo es grande: disfrazar de integración regional un proyecto que responde más a intereses políticos y a una visión de modernidad mal entendida que a un verdadero desarrollo sostenible. El Tren Maya hacia Centroamérica puede sonar a integración histórica, pero hoy parece más un espejismo, una apuesta que puede hipotecar la selva y los recursos naturales de la región a cambio de beneficios inciertos. 

Prometer la expansión del Tren Maya hacia Centroamérica, cuando en México ha demostrado ser más un monumento a la devastación que al desarrollo, raya en la irresponsabilidad política. Sheinbaum insiste en hablar de éxito con cifras que no resisten análisis. 

Decir que el Tren Maya “no atraviesa áreas protegidas” es un insulto a la inteligencia colectiva. Basta recorrer la selva de Quintana Roo y Campeche para ver con los propios ojos los trazos de maquinaria pesada que abrieron cicatrices en ecosistemas milenarios. 

Si ese es el proyecto que se ofrece a Belice y Guatemala como símbolo de desarrollo, lo que en realidad se está exportando es la receta del despojo, promesas huecas para los pueblos y ganancias rápidas para unos cuantos. 

La pregunta que deberían hacerse los gobiernos de Belice y Guatemala es la misma que muchos en el sureste de México ya conocen de memoria ¿vale la pena pagar con naturaleza, cultura y territorio un proyecto cuyos beneficios siguen siendo promesas y cuya factura ambiental será impagable?

Lo más leído

skeleton





skeleton