El futuro energético ya no es una promesa, ¡Es tu estrategia!

Construyendo, columna de Raúl Asís Monforte González: El futuro energético ya no es una promesa, ¡Es tu estrategia!

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Durante muchos años, las energías renovables fueron vistas como una aspiración lejana. Tecnologías limpias, sí, pero caras, inciertas y subsidiadas. Se les consideraba promesas para el mañana, no herramientas del presente. Esa percepción ha quedado atrás. Hoy, las energías renovables, especialmente la solar y la eólica, están en el centro de una revolución tecnológica, económica y ambiental.

Ya no son alternativas, son la estrategia energética más viable, eficiente y urgente.

La energía solar fotovoltaica se ha convertido en la fuente más barata de electricidad en múltiples regiones del mundo, incluidos países en desarrollo. Nuevas tecnologías como las células bifaciales, los paneles con materiales como perovskitas y la integración arquitectónica de módulos solares están aumentando la eficiencia y reduciendo los costos aún más. Lo mismo ocurre con la energía eólica: sus turbinas son cada vez más grandes, inteligentes y productivas, tanto en tierra como en el mar, con desarrollos prometedores como las plataformas flotantes que permitirán aprovechar zonas oceánicas más profundas.

Estas tecnologías renovables, sin embargo, no caminan solas. Su mayor desafío, la variabilidad, está siendo abordado gracias al avance acelerado en el almacenamiento energético. Las baterías de ion-litio, cada vez más baratas, están dando paso a alternativas como las de estado sólido, flujos redox y almacenamiento térmico. Estas innovaciones permiten un suministro más estable, reducen la dependencia de combustibles fósiles y acercan a las renovables a su potencial pleno.

Pero la transición energética no se trata solo de generación. El sistema eléctrico del futuro será más inteligente, descentralizado y flexible. Las redes eléctricas inteligentes (smart grids) ya integran sensores, análisis predictivo, inteligencia artificial y mecanismos de respuesta a la demanda para optimizar el flujo de energía en tiempo real. Esto no solo mejora la eficiencia del sistema, sino que permite la integración de millones de pequeños productores: hogares, negocios y comunidades que se convierten en “prosumidores”, generando y consumiendo su propia energía.

La electrificación de la demanda es otra pieza clave. Sustituir combustibles fósiles por electricidad limpia en transporte, calefacción e industria reduce emisiones, mejora la calidad del aire y disminuye la dependencia energética. Los vehículos eléctricos son apenas la punta del iceberg: también veremos hornos eléctricos industriales, bombas de calor, y procesos electroquímicos sustituyendo a los térmicos.

En paralelo, el hidrógeno verde se posiciona como una solución para los sectores más difíciles de electrificar, como la industria pesada, el transporte marítimo o la producción de fertilizantes. Si bien sus costos aún son altos, las inversiones, la innovación y el interés estratégico de gobiernos y empresas anticipan un papel protagónico en el mediano plazo.

México tiene todo para liderar esta transformación, cuenta con una ubicación privilegiada, vastos recursos solares y eólicos, talento técnico y una economía que necesita diversificarse y descarbonizarse. Pero lograrlo requiere visión, políticas públicas alineadas con la ciencia, marcos regulatorios estables y una apuesta decidida por la innovación.

Porque el futuro energético ya no es una promesa, ¡es tu estrategia! Y en un mundo que se mueve rápido, quienes no se adaptan no solo pierden competitividad, pierden relevancia. X: @raulmonforteg

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