Cambio climático, una carrera contra el tiempo
Construyendo, columna de Raúl Asís Monforte González: Cambio climático, una carrera contra el tiempo
Mañana concluye oficialmente el verano en el hemisferio norte, y Europa cierra la temporada con un dato estremecedor, fue el cuarto verano más caluroso jamás registrado en su historia. Más allá de la estadística, el calor extremo cobró vidas. Las muertes por calor se triplicaron este verano hasta alcanzar 24 mil 400 personas, muchas de ellas hombres y mujeres con empleos que requieren realizar labores en el exterior. Un estudio realizado por el Imperial College London y la London School of Hygiene and Tropical Medicine estima que dos de cada tres muertes relacionadas con las olas de calor en Europa pueden atribuirse directamente al cambio climático. No se trata ya de predicciones futuras, sino de una realidad tangible y mortal.
El cambio climático ha dejado de ser un fenómeno distante para convertirse en un factor disruptivo que altera prácticamente todas las actividades humanas, desde la agricultura hasta la salud pública, desde la economía hasta la vida cotidiana en las ciudades. Sus efectos se multiplican con una velocidad que supera la capacidad de adaptación de comunidades y gobiernos. Sequías prolongadas, incendios forestales incontrolables, tormentas más violentas y mares cada vez más cálidos dibujan un panorama de creciente
vulnerabilidad en todos los rincones del planeta.
Si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan al ritmo actual, la cuota macabra de muertes, pérdidas económicas y daños sociales seguirá aumentando sin freno. El vínculo causal es claro, la quema de combustibles fósiles eleva la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, lo que intensifica el efecto invernadero y recalienta el planeta. Ese recalentamiento se traduce en fenómenos extremos que desbordan la resiliencia humana y ambiental.
Exponer y explicar públicamente estas relaciones de causa y efecto con datos sólidos es una necesidad urgente. Políticos, empresarios y ciudadanos requieren comprender de manera directa y sin ambigüedades cómo cada decisión, cada política pública y cada inversión energética influyen en el clima y, en consecuencia, en nuestras vidas.
El problema es que la respuesta global ha sido lenta, tímida y muchas veces contradictoria. Personas, empresas y gobiernos postergan decisiones cruciales, confiando en que habrá tiempo para actuar más adelante. Pero ese tiempo ya no existe. La transición hacia un modelo energético y productivo bajo en carbono enfrenta múltiples obstáculos, altos costos iniciales, marcos regulatorios poco favorables, resistencias de sectores tradicionales y, no menos importante, un déficit de conocimiento y habilidades en quienes deberían liderar la transformación.
La gran pregunta es cómo lograr avances significativos y con rapidez. México y América Latina no pueden darse el lujo de seguir rezagados en esta carrera por la supervivencia. La región posee un enorme potencial en energías renovables, desde la solar y eólica hasta el aprovechamiento de biomasa y geotermia. También cuenta con jóvenes talentos, innovadores y emprendedores que podrían impulsar soluciones disruptivas si se les brindan condiciones propicias.
El desafío, sin embargo, no es solo tecnológico. Requiere visión política, marcos regulatorios estables y una narrativa clara que haga evidente que actuar contra el cambio climático no es un lujo verde, sino una estrategia de supervivencia económica y social. El planeta ya nos está mostrando las consecuencias de la inacción. La pregunta es si seremos capaces de escuchar el mensaje y responder con la velocidad y contundencia que exige la emergencia climática.